miércoles, 11 de enero de 2017

SOÑAR

Soñar  es posible cuando cierras tus ojos y aprietas tus labios al sentir la vida deslizarse entre tus manos. Descubrirás  el amor y sus controversias en medio de la nada cuando camines  lentamente percatándote de todos los aromas de las flores en el camino. Siempre que sostengas un lirio entre las manos, tu vida no corre peligro porque su aroma es el de aquel ángel que te protege en tu peregrinar.

Las adversidades son  muestras de la grandeza de nuestras fuerzas y los instantes de nuestras debilidades que ni mejores ni peores son parte de la partitura en el pentagrama de la existencia. 

Recuerdo aquella melodía que sonaba de un arpa en medio de un concierto y la delicadeza, del  roce de  las yemas de los dedos abiertas a acariciarlas con la finura y ternura que merece  para que suene la melodía acorde a la belleza que huele a serenidad mientras la melodía suena. Si cierras tus ojos un rato, viajas al interior de tu ser y enredas el alma en el torbellino del amor y la luz. Entonces, todo dolor se disipa y la claridad es esa  ventana que se abre de par en par mientras recorres los parajes de la sinfonía.

Agradecer el intento de volar unos instantes,  momentos de vida, te permiten hacer una pausa de las circunstancias personales y te transporta a sentirte libre de toda atadura y dolor enredado en la enredadera de la vida.

El olor del alma es esa rosa abierta que sabes que es preciosa y su aroma dura lo que dura porque la vida consiste en esos instantes de vida atrapados en la esencia del ser acariciado con la erosión del tiempo en el espacio que te toca vivir durante ese tramo.

Ninguna huele igual porque cada una tiene su propia aroma.


Irma Ariola Medina ©