Cae
el otoño sin remedio
el
anochecer crece desde la lejanía
encuentra
la soledad del transeúnte
lo
atrapa en silencio hasta ser sombra
en
la mitad de la tarde
suenan
las almas atormentadas en sus recuerdos
sopla
el viento la dulzura de la estación
donde
la caída de las hojas
es
el deleite para algunos ojos
chillan
los árboles al sentirse deshojados
mientras,
se
desapegan de lo inerte
el
poeta contempla el sonido de la soledad
cuando,
roba versos a las entrañas
rociadas
del perfume de la existencia
aromatizada
en las sensaciones acopladas
en
la huella de la humanidad.
Irma Ariola Medina ©
Foografía: Google
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