No hace falta
bendecir
al que proclama la
alabanza
de la perdición en el
vacío
de tantas almas
sacrificadas
en la indiferencia de
la crueldad.
No te des golpes de
pecho
ante unos cuantos
primarios
vendados por la
ceguera de los borregos
por la incomprensión
ante el dolor ajeno
por el egoísmo de sus
propias tinieblas
por el engaño vendido
en el humo del tiempo.
No hace falta
maldecirte
ni si quiera adorarte
tolerar el dolor
ajeno es cobardía
en los tiempos de
guerra disfrazada
en el velo de los
corruptos.
No hace falta
olvidarte,
tampoco temerte…
© Irma Ariola Medina
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