sábado, 26 de noviembre de 2016

TRAVESÍA

Arrancarle al viento el silencio enmudece al alma en esos instantes donde la serenidad se apodera del ser, transita la felicidad a cachos y se come la vida en su transitar. El regalo de la misma es ese destello incrustado en su pecho otorgado con el sello de la gratitud a la existencia y la perseverancia en la voluntad de vivir entre las calles de la vida. Nada ni nadie te regala nada, todo se contempla desde el silencio, las sombras, son pequeños destellos de luz en el amanecer del ser. Este se engrandece en su laberinto y salida donde las fuerzas salen aunque se necesite la ayuda de una linterna propia o ajena para iluminar el camino. Nada le detiene en el proceso, las ganas de lucha y vivir es su flotador en el aprendizaje de su nitidez. 
La noche se hace larga y oscura a ratos pero el amanecer es tan bello que no se puede transmitir en plenitud. Nada ni nadie pueden entenderlo en su totalidad, tampoco es necesario. El brillo de tu esplendor,  en tu rostro lo manifiesta. 
A veces, volar puede ser difícil pero no imposible. Siempre hay una oportunidad en el vuelo y saltar las nubes no es una quimera, es una necesidad. La percepción de los juicios ajenos se desvanece a medida que la fortaleza es tu compañera de viaje.
Reír, es consecuencia de una necesidad de existir, es el espejo del alma abierto a la alegría. Cada sombra es una huella oculta y abierta a la luz, transitas las necesarias en tus pisadas entre los adoquines atormentados por el dolor, otros tienen la vitalidad y necesidad de salir de ese naufragio donde su barco fondeó instantes de necesidad para empaparse del mar de la vida. 
El océano te muestra la fuerza de sus olas y el horizonte es la meta alcanzada en la travesía.


Irma Ariola Medina ©  

Fotografía: IAM


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